Consortes del poder. Un retrato de las esposas (y el esposo) de los políticos tradicionales de Guerrero

David Espino

Mercedes, la risueña
Mercedes Calvo es de risa fácil. Ríe todo el tiempo. Siempre. Quien la viera y no supiera que es esposa de un político diría que es una mujer que derrocha amabilidad y compasión para con el prójimo. Una buena samaritana. Pero: ¿De qué ríe Mercedes? ¿Hasta dónde es auténtica? ¿Hasta dónde no es una pose aprendida a los largo de la carrera política de su marido?
En la casa de campaña de su esposo, el candidato del PRI a la gubernatura del estado, Héctor Astudillo Flores, en la colonia clasemediera Costa Azul, en Acapulco, una docena de asistentes están atentos al menor de sus requerimientos mientras habla en la sala con una mujer morena, regordeta, acapulqueña nativa, que parece que sufre mientras le platica sus problemas. La casa está vacía, apenas unas mesas y unas sillas ocupan el espacio donde una familia de cinco miembros andaría sin problemas.
Había visto a Mercedes en varios actos a lado de su marido y en todos no hace sino sonreír. La vi en uno donde diferentes organizaciones se reunieron como “sociedad civil” con Astudillo en Chilpancingo. Fue una reunión que el Grupo Cuicalli, del empresario gasolinero Adolfo Chávez Romero, le preparó no sé si para que le echaran incienso y le tendieran la alfombra, pero en eso acabó. En cada uno de las intervenciones las loas para el candidato sobraron. Mercedes, complacida, regaló mil sonrisas.
—¿Qué se te ofrece, mi vida? —preguntó en cuanto le hablé al salir de la casa de Costa Azul.
—Nada, quiero hacerle una entrevista.
Respondí, con ganas de decirle que me choca que me digan “mi vida”, que me choca que usen esas poses, ese tonito, con la gente como si fueran criaturitas desvalidas que sólo buscan ayuda de los poderosos. Pero me quedé con las ganas.
—¡Ay, mi vida, ya me voy a Chilpancingo!
La seguí hasta su camioneta para decirle que no se llevaría ni media hora. Francisco Solís dijo que la señora tenía que irse, que la esperaban y se puso en medio. Francisco, Paco, Solís, es un colaborador más de Mercedes. El que le maneja prensa, su publirrelacionista o algo así, uno de los doce. Como el que le maneja la agenda, el que le toma fotos, el que le atiende las llamadas, el que maneja la camioneta, y unos cuatros o cinco guaruras, una mujer entre ellos, que le cuidan la espalda.
Era viernes 22 de mayo, faltaban escasas dos semanas para la elección y Mercedes dijo que si dios quiere —si su dios quiere—, antes que los guerrerenses, se ve como primera dama de Guerrero.
—O si no, me quedo con mi familia.
La entrevista se logró al final porque el acto al que iba se suspendió; así que Mercedes no hizo sino ordenar que regresaran a la casa de Costa Azul. Y llegó como se fue: la fila de coches atrás, con asistentes en uno, publirrelacionista en otro, fotógrafo en otro y guaruras en la camioneta con ella y en otro automóvil compacto. Cuando vi que la caravana llegó de prisa le pregunté con muecas al fotógrafo que qué había pasado. Él sólo encogió los hombros mientras reía nervioso. El calor de las 12 del día lo derretía todo. Como a un helado de chocolate tirado en el asfalto.
Llegó con dos mujeres jóvenes. Cabello peinado de salón, ropa impecable y fina, perfume caro.
—Pásale, brother —dijo Paco Solís, entonces.
—¿Brother? —pensé.
Pasamos a una sala de juntas. Mercedes se sentó en la cabecera de la mesa, yo a un lado de ella. El fotógrafo en el otro extremo. La gente, su gente, se quedó afuera, atenta. Mercedes reía con nerviosismo y un poco de recato. Siempre menciona a dios —a su dios— “si dios quiere esto, si dios quiere aquello, si dios quiere esto otro”. Dijo incluso que primero será decisión de dios y luego de los votantes que Héctor Astudillo sea electo gobernador el 7 de junio próximo. Le pregunté cosas simples, cosas que traía en el guión y que le pregunté también a los demás entrevistados. A los otros consortes. Le pregunté, por ejemplo, cómo había recibido la noticia de que su marido sería el candidato del PRI.
—Yo le había comentado a Héctor: “ojalá y no seas el candidato”.
—¿Por qué?
—Por la situación en que está nuestro estado. Pero él me dijo: “no, no te preocupes, no voy a ser yo”. Entonces dije, y perdón por decirlo: “dios me quiere mucho, porque no se va a dar esto”. Entonces se dio, pero yo sigo pensando lo mismo: que si me quiere dios. Y dije: “ni modo, hay vamos otra vez”.
—¿Cómo se ve en el futuro inmediato?
—Estoy muy consciente de que primero será la decisión de dios y después de los guerrerenses. Me veo de dos formas: las dos positivas. La oportunidad de ayudar con mi esposo, si gana, o la oportunidad de estar en familia —dijo, pero no dijo “si pierde”, porque no quiso ni mencionar la palabra.
—¿Se ve como la primera dama de Guerrero?
Ríe media tímida, media insegura.
—Sí, si así es necesario, claro que así me veo.
Cuando nos sentamos, momentos antes, me preguntó si llevaba fotógrafo, si no le tomarían fotos. Le dije que no, que por qué.
—Ay, para que me arregle.
Y volvió a reír.
—¿Qué piensa del papel de las esposas de los Presidentes (de las primeras damas) en la historia de México?
—Es importante porque se cubre otra parte y es un trabajo extra, un plus que se le puede agregar al trabajo del gobernante.
—¿No es arcaica esta figura, en desuso?
—No. Y tampoco importa el título o el nombre que se le dé. Lo que importa es la oportunidad de poder hacer algo.
—¿De consorte? —pregunté.
—¿Consorte?
No supe si no entendió la pregunta o qué. Tampoco insistí.
—¿Y a él lo ve como gobernador?
—Sí, si lo veo más a él como gobernador. Si no, como un padre de familia.
—¿No ve a un Héctor Astudillo derrotado, frustrado?
—No, nunca derrotado. Más bien lo veo aceptando siempre la decisión de dios. Gracias a él tuvimos la oportunidad de tener una lección de vida hace 10 años (cuando perdió la gubernatura frente a Zeferino Torreblanca Galindo en 2005) y siento que la pudimos superar muy bien. Creemos que si nos metimos en esto, haciendo todo, todo el mejor esfuerzo positivo para lograrlo, no será nuestra decisión sino la decisión de los guerrerenses que juzguen. Si es útil mi esposo, así va a resultar para bien.
—¿No están obsesionados, él no está obsesionado con el poder?
—No. Si es útil mi esposo, lo será y si no, dios sabe.
—¿Tienen contemplados ambos escenarios, la derrota y el triunfo?
—Sí, pero ahora tenemos en mente el escenario positivo. Como la otra vez (hace 10 años), siempre lo tuvimos hasta el final.
—Si hubiera una palabra que definiera a Héctor, ¿cuál sería?
—Serio y trabajador.
—Son dos.
—Íntegro.
—¿Usted es profesora?
—Soy licenciada en sicología y tengo nivelación pedagógica para tener todas las funciones de profesora, y tengo hasta segundo de Historia.
Cuando dijo esto lo dijo tímida, de los labios para adentro. Creí que con un poco de vergüenza por haber dejado una carrera trunca.
—¿Es empresaria, tiene una escuela privada?
—Sí. Tenemos un colegio, gracias a dios…
—Mientras que su marido es político, ¿usted a qué se dedica?
—Me gusta ir al colegio que tenemos, allí laboro como directora general.
—¿Cuántos años tiene usted?
—¡Ay, muchos! —ríe, esta vez más franca. Yo río también y pienso en lo banal que puede ser la vida.
—Y su marido, ¿cuántos años tiene?
—Tiene… 55. Pero ya por favor, ahora sí ya —dice cuando sospecha que estoy haciendo cálculos para adivinar su edad.
—Dice mi esposo que me enojo…
—¿Qué se enoja?
—Sí, si me preguntan cuantos años tengo… —vuelve a reír.
—¿Cómo ha sentido las campañas?
—Muy bonitas, muy animadas. Ahorita la campaña esta última, bueno todas siempre han sido animadas, la gente ha tenido muchas respuestas. Ha sido muy corta, tanto que no nos ha permitido ir a todas las comunidades como hubiésemos querido.
De pronto tuve la impresión de que Mercedes hablaba de otro estado, de otra gente que no sabe lo que acaba de pasar, de la violencia que se vive todos los días, salida del narco y del Estado; de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa que siguen sin aparecer y volví a hacer la pregunta. Más directa:
—¿Pero con la situación actual de Guerrero cómo ha sentido las campañas?
—Es una elección atípica, pero le estamos pidiendo a dios y a todos los ciudadanos que con conciencia hagamos el cambio mediante el voto.
—¿Cómo ha palpado a la gente en sus recorridos junto con su marido? —insistí.
—Con mucho entusiasmo y con muchas ganas de obtener el orden y la paz. Muy conscientes de que tienen que participar para que se logre y no dejarlo nada más, si dios permite, en manos del gobernante.
—¿Están preparados para lo que venga?
—Sí, claro, aparte dios nos va a dar la fuerza para lo que sea.
—¿Usted que ánimo tiene?
—Si todo es transparente y honesto, vamos a ganar. Hace diez años no fue así y perdimos.
—¿Cómo?
—Hubo clonación de boletas y todas favorecieron al otro partido (PRD). Por eso digo que espero que haya transparencia y honestidad y con eso yo me voy con el resultado que salga.


Francisco, el distante
¿Cómo se puede diferenciar a un político de otro? ¿Por los coches que usa? ¿Por los asistentes que trae consigo? ¿Por el número de guaruras que lo resguardan? ¿Por los celulares que contesta? ¿Porque él contesta el teléfono? ¿Porque nunca contesta? ¿Hay diferencias? Francisco Virgen llegó solo a un café de Chilpancingo donde quedamos de vernos. Me sorprendió que llegara así, debo decir que me sorprendió. Había hablado con él por celular unas horas antes por la mañana y le dije que quería hacerle una entrevista. Horas después estábamos en un café del sur de la ciudad, yo tomando un americano y él un capuchino.
A Francisco no lo conocía ni en foto. Es más, no sabía que Beatriz Mojica fuera casada y, vamos, tampoco era cosa que me interesara.  A lo que voy es que Beatriz ha sido diputada federal, secretaria de Desarrollo Social y en ninguno de los casos se le había visto cerca un marido, cuchicheándole en el oído. Ahora dice que sí lo hace. Que él como politólogo que es de profesión, renunció a su trabajo, en la Auditoría Superior de la Federación, para meterse de lleno a la campaña de su mujer con el ánimo cuchichearle, ahora sí, y buscar ganar una contienda que empezó, dice, desde abajo. Le pregunté la pregunta más machista de todas:
—¿No siente celos profesionales de los logros de su mujer?
Francisco ya me había dicho que no es machista. Que su mujer tenga más proyección política que él no le causa problema ni crisis existenciales. Que ella siempre ha ganado lo mismo o el doble que él. Que eso no le causa problema. No sé porqué no le creí.
—No, no soy machista —dijo—, tengo una mamá y cinco hermanas, tuve un papá y cinco hermanos, siempre viví en un espacio donde todos éramos iguales.
Cuando iban 15 minutos de entrevista sonó su celular.
—Sí… Heriberto, estoy ocupado me puedes marcar en un momento más, por favor.
Cinco minutos después volvió a sonar su teléfono y era el mismo Heriberto. Colgó la llamada. Veinte minutos después volvió a sonar. La entrevista ya había terminado. Hablábamos cosas sueltas que anoté en mi libreta mientras bebíamos los últimos sorbos de café. Esta vez Francisco no colgó. Era su mujer. Vi el display desde el otro extremo de la mesa: “Bety DF”, decía el identificador de llama.
—Sí, ya voy para allá —dijo Francisco y salió de prisa.
Sólo entonces le creí que no era machista.
—¿Cómo le cayó la noticia cuando se enteró de que doña Beatriz iba a ser la candidata?
—He estado desde el principio cuando ella manifestó su intención de ser candidata. La respaldo, ella se enfocó mucho más que yo y así fue. Cuando eso ocurrió yo estaba en mi trabajo pero decidí acompañarla y respaldarla.
—Y cuando fue secretaria de Desarrollo Social en el gobierno de Aguirre, ¿qué papel tuvo usted?
—Estuve al margen, eventualmente le asesoraba en algunas cosas, porque yo también tengo experiencia en el ramo de desarrollo social y cultural. De allí para allá completamente al margen.
—¿Mientras ella era funcionaria acá, usted de qué trabajaba?
—Estuve más de siete años trabajando en la Auditoría Superior del Distrito Federal y este último año en la Auditoría Superior de la Federación, en el área de auditoría y desempeño.
—¿Será el asesor de cabecera, entonces?
—Tengo una idea bastante clara de lo que es la administración pública, de lo que es la eficiencia, la economía, la eficacia.
—¿Y estos tres meses de campaña, cuál ha sido su papel?
—Ando en todo, pero hago las cosas que sé hacer. Tampoco me ando metiendo a cosas que no me corresponden ni tampoco del partido, esas son tareas de un compañero más, no asumo ni representaciones ni responsabilidades porque creo que eso le hace mucho daño al sector público. Como esposo pretendo ayudarle no entorpecerle el trabajo, fortalecerla, ayudarle cuando se sienta preocupada, como consejero como confidente como una gente de alta confianza que le puede decir las cosas sin alabarla y sin dañarla.
—¿La ve como gobernadora?
—Sí, la veo como gobernadora y será lo mejor que le pueda suceder a Guerrero.
—¿Y usted cómo se ve?
—En el papel que me corresponda pero siempre al margen de la toma de decisiones en el gobierno. Creo que debe establecerse de una vez por todas esa deferencia que hay. El responsable es al que se le elige y no quien está al lado. El primerdamismo, que es lo que más sucede en realidad, le ha hecho mucho daño a la administración pública.
—¿Por qué?
—Uno no puede sustraerse de eso pero sí tiene que ser muy discreto y hacer el menos uso de los recursos públicos posible, que de por sí ya los tiene por el esquema de seguridad que uno debe adoptar, por los propios consumos que les significa uno al Estado. Uno debe abstraerse completamente de las decisiones porque hay una cultura en México, desgraciadamente, de creer que la pareja tiene algún derecho, alguna prebenda y hay muchas deferencias para con el poder y nunca se les pide rendición de cuentas a esa persona. Hay gente que no tiene ni el perfil ni las ganas y sin embargo son echadas al ruedo en eso y cometes muchas tonterías. Tenemos el caso de Iguala, por ejemplo, el caso de la señora (María de los Ángeles Pineda Villa) es muy notorio el nivel de influencia que tenía sobre la vida pública y parte de eso es lo que llevó a la desgracia.
“La aspiración de sustituir uno al otro en el poder. No es el único caso: Martha Sahagún, por ejemplo. El caso de La Gaviota (Angelica Rivera, esposa del presidente Enrique Peña Nieto) que aunque no participa de la vida pública hace uso de los recursos públicos para sus frivolidades, si quieres. Eso le hace mucho daño al país”.
—¿Cuál es su aspiración?
—Tendría que redefinir mi papel una vez que eso ocurra, la verdad no son experiencias que haya vivido antes pero como persona sensata que soy tendré que irme adecuando a las circunstancias. Tengo una forma de vida que puedo seguir teniendo, con mi profesión y mis niveles de conocimiento, pero evidentemente tengo que ser un actor a distancia, más como asesor que como funcionario. Pero si me gustaría estar atendiendo mis propios proyectos.
—¿Le gusta la palabra consorte?
—Yo lo uso.
—¿Se ve como un consorte?
—Un consorte, nada más. Un acompañante sentimental, social si se quiere, pero al margen de la toma de decisiones. Sin disponer de recursos públicos ni andar entregando despensas ni encabezando voluntariado. Para el voluntariado hay mucha gente que tiene ese perfil y está bien que lo haga. El altruismo lo he hecho muy poco, no es que lo considere bueno o malo, sencillamente tengo otras prioridades en mi vida. Creo en todo caso que los DIF no tienen porque estar siendo manoseados por ningún cónyuge, tienen que ser profesionistas los que lo hagan y que rindan cuentas como cualquier otro funcionario.
—¿Cómo no ceder a la tentación, cómo no caer en esa tentación del poder, ante un eventual triunfo de Beatriz Mojica?
—Mis convicciones son muy firmes. Eso es efímero y lo tengo bastante claro.
—¿Lo han platicado con ella?
—Sí, lo hemos platicado.
—¿Cómo han sido estos meses de campaña?
—Muy intensos, mi mujer tiene una energía que no se gasta. A mi me cansa, luego me le separo a hacer cosas más tranquilas.
Y sí, tres días después —el domingo 24 de mayo— fui a Acapulco sólo para verlo en algún acto de campaña de Mojica. El acto en el que pensé verlo fue en el anfiteatro de Sinfonía del Mar. El insistente golpeteo del mar en los acantilados, el olor de la sal en el aire, los pelícanos surcando el cielo, la puesta de sol. Estaba previsto a las 6:30 aunque empezó una hora después y si los asistentes no se retiraron fue porque los animadores y los activadores —chicos y chicas que se contonean con la cumbia de los Karquis que dice que Beatriz Mojica va a ganar— hicieron bien su trabajo y los mantuvieron entretenidos. El PRD tiene músculo, sin duda. Músculo para movilizar gente, para hacer actos masivos y seguro que el 7 de junio lo mostrara a plenitud.
Fui a ese acto, decía, para ver a Francisco, verlo cuchichearle a Beatriz Mojica, pero no fue. Pensé que entre el gentío no lo habría visto y le pregunté al fotógrafo oficial de la campaña. Me respondió que no había ido. Que ese día no había ido.
—Si estuviera aquí, brother —dijo— don Francisco estuviera allí mira, mero al ladito de Bety.
Así que me quedé con la ganas.
—¿No tiene pretensiones de otro tipo? —le pregunté a Francisco en la entrevista en el café de Chilpancingo.
—No, me gusta la vida sencilla y cómoda, es decir sin la incomodidad de andar con todo ese aparato siguiéndote por todos lados. Me gusta ese estilo de vida. Me gusta hacer las cosas por mí mismo. Ando solo, me gusta ir al mercado de Chilpancingo. Como tengo un perfil demasiado discreto todavía lo puedo hacer, aunque todo mundo está insistiendo de que no es seguro de que ande así.
—¿Pero tiene chofer?
—No, y menos guaruras. Hay un compañero del equipo que cuando tengo algo que hacer me ayuda a manejar, por el asunto del estacionamiento, pero no es mi chofer, me echa la mano. Siempre manejo yo.
—¿Por qué ese bajo perfil?
—Hay una cultura en Guerrero que me resulta incómoda, que yo considero como rémoras de caciquismo y del patriarcalismo: hay un trato diferenciado cuando las personas sienten que están cerca de alguien del poder, y eso me incomoda un poco.
—¿No le  gusta el poder?
—Si me gusta, lo que no me gusta es cómo alguna gente se acerca al poder. Esa actitud reverencial que asumen y eso no me termina de gustarme.
—¿Y Beatriz Mojica cómo es?
—Muy sencilla, muy simple en ese sentido. Tiene un sexto sentido, tiene una capacidad de análisis y de ver las cosas más allá que la gente en común las ve. Tiene una capacidad de lectura de las circunstancias mucho más compleja que lo que tiene el común de la gente. Por eso es que ella es la candidata, porque supo ver la circunstancia con antelación.
—¿Y ahora está en la competencia?
—Sí. Pero no es gratuito, porque no es producto de la mercadotecnia ni la publicidad.
—A pesar de que hay gente que la considera buena en mercadotecnia…
—Puede ser, pero ella conoce bien la realidad de Guerrero y sabe lo que se requiere y no está ofreciendo cosas que no se pueden materializar. Está entendiendo qué es lo que la gente realmente quiere en una circunstancia de crisis tan compleja como la que estamos atravesando ahora.
—¿Estuvo en el debate?
—Sí estuve en los dos.
—¿Tras bambalinas?
—Como el resto del equipo.
—¿Usted le cuchichea cosas?
—Sí, le ayudo en la preparación del debate. Se prepara intensamente, se informa. Le ayudo en todo lo que puedo.

Perla, la cocinera
Cuando apagué la grabadora, en el acto de Beatriz Mojica en Sinfonía del Mar, en Acapulco —las olas rompiendo en los acantilados, la puesta de sol, etcétera— Perla Edith Martínez Ríos, esposa de Evodio Velázquez Aguirre, candidato de PRD a la alcaldía de Acapulco olfateó un olor en el aire. No era el olor de la sal en el aire, no. Era un olor a comida. Olor a plátanos fritos. Entonces Perla mencionó con nostalgia una receta de plátanos fritos con algo más que no recuerdo y Geovanni Manrique, suplente de Evodio que nunca se nos despegó en los diez minutos de entrevista, dijo, complaciente, que era una receta de la Costa Grande.
—¿De qué parte? —pregunté a Perla.
—De Tecpan.
Manrique me acercó a ella, que no conocía en persona y sí en algunas fotos. De todos modos, cuando llegó supe que era ella por la media docena de asistentes que la rodeaban y porque llegó repartiendo besos, con la sonrisa fácil. Me recordó un poco a Mercedes Calvo, la esposa de Astudillo y pensé que si así la vería, tan joven, apenas 33, tan bella, tan lozana, dentro de algunos años, cuando su esposo Evodio estuviera buscando la gubernatura —que lo hará—. Pensé en Mercedes otra vez, y me resistí a ponerle la cara de Perla.
—Cómo quieres que te diga, doña Perla o Perla, así?
—Perla.
—Muy bien Perla, ¿cómo te ves dentro de unos meses?
—Me veo en un lugar que hemos luchado durante 10 años, junto, o más bien a lado de Evodio, cada día y todos los días luchando para trabajar por un gran proyecto, por un proyecto que dignifique la vida de las familias acapulqueñas. Así me veo: trabajando, día y noche como hasta hoy.
—¿Y a Evodio cómo lo visualizas?
—Preparado. Lo veo con todas las ganas para sacar adelante esto que tanto ha luchado, como él dice: con la canillas bien firmes y dispuesto a trabajar, dispuesto a gestionar y buscar, de donde tenga que buscar —de la buena forma, claro—, para que Acapulco recupere su esencia, para que Acapulco vuelva a vivir los momentos maravilloso donde los extranjeros dejaban una derrama económica muy buena.
—¿Lo ves como alcalde?
—Claro que sí, así lo visualizo y esto hay que visualizarnos, trabajar con una visión a largo plazo.
—¿Cómo ves a Evodio ante una eventual derrota el 7 de junio?
—Lo veo firme. No me gusta la palabra derrota. Él es tan luchador, tan insistente, con una visión tan grande que no lo veo derrotado.
—Qué opinas del primerdamismo, de las figuras de las primeras damas en el país.
—Mira, yo te voy a hablar de mí…
Dijo y cuando dijo esto supuse, sólo lo supuse, que no sabía qué responder. Después, cuando le pregunté si creía que el asistencialismo era la solución a los problemas sociales de un municipio tan complejo como Acapulco y regresó a ver a Víctor Gómez Zanabria —ex diputado del PAN, ex secretario de Desarrollo Social en 1996, durante el interinado de Ángel Aguirre Rivero y que tampoco se despegó de nosotros durante toda la entrevista— y él con la cabeza dijo que no confirmé que Perla es tan joven que no sabe, de pronto, qué responder.
Pero siguió: “Yo te voy gablar de mí: Me gusta porque yo no soy para Evodio el ornato, soy para Evodio una compañera en el que cada quien hace desde su trinchera todo lo posible para poder lograr cosas a favor de esto que hemos trabajado. Tengo años trabajando en una asociación civil es la parte sensible de una sociedad; el trabajar junto con personas vulnerables te engrandece y te das cuenta de las grandes necesidades que carece nuestro municipio.
—¿Te visualizas como una primera dama tradicional?
—No. Me visualizo como una primera dama que va a campo, a trabajar con los niños a trabajar con la familia a trabajar con los viejitos, a poderles ayudar, apoyarlos para gestionar cosas para que sean productivas. Enseñarles a pescar, no darles el pescado.
De pronto oigo a todos que me dicen brother. Sé que en Acapulco es así. Que dicen brother a cambio del carnal de Chilpancingo o del valedor del DF. ¿Pero que me lo digan políticos como si fuéramos grande cuates? Así me dijo Geovanni Manrique cuando terminó la entrevista: “brither, quítale lo del primera dama y ponle trabajadora social”.
Hice como que no me había dicho nada.
—¿Crees que debería continuar una instancia como el DIF? —le había preguntado a Perla durante la entrevista.
—Claro que debe de continuar.
—¿Por qué?
—Porque es el corazón de un municipio. Es lo más vulnerable que atiende pero que realmente se ocupe para eso, para apoyar en los grandes problemas.
—¿Crees que el asistencialismo es la solución para acabar con los problemas en Acapulco?
—¿El asistencialismo? —dice, duda, regresa a ver a Geovanni y a Víctor Gómez Zanabria, que casi al mismo tiempo disienten con la cabeza. Responde—: pues no. No, no, no del todo.
—¿Entonces cuál sería tu papel como esposa de un alcalde en un municipio tan complejo como Acapulco?
—Se tienen que buscar los proyectos, los mecanismos y las estrategias mediante los cuales puedas realmente apoyar y que los proyectos se lleven a cabo pero realmente sean llevados a cabo.
*Texto publicado en junio de 2015 en el portal Bajo Palabra.